Los Cinco frente a la aventura by Enid Blyton

Los Cinco frente a la aventura by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Blyton, Enid]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1950-03-01T16:00:00+00:00


Capítulo 14

EL CARROMATO DE SIMMY

Los tres niños corrieron hacia el lugar donde Jake se había apoderado de la niña. Allí no había nada, excepto algunas ramitas quebradas del seto. No se veía rastro de Jake ni de Jo. Tampoco se oía el menor sonido. Ni un lamento de Jo, ni un grito de Jake. Parecía que ambos se hubiesen esfumado.

Dick se coló a través del seto y pasó al campo vecino. Tampoco allí se veía a nadie, salvo unas cuantas vacas, que lo miraron con sorpresa, balanceando sus rabos.

—Hay una mata al final del campo —gritó Dick—. Me jugaría lo que fuese a que están allí detrás. Voy a ver.

Atravesó el campo a toda la velocidad de sus piernas hasta llegar junto a la mata. Pero tampoco allí encontró a nadie. Al otro lado del matorral aparecía una hilera de casitas medio derruidas. Dick las repasó con la vista. Se sentía desesperado.

«Seguramente Jake se la ha llevado a una de ellas —pensó con enojo—. Él debe de vivir por aquí. Está claro que Jake no la soltará por voluntad propia. Es probable que adivine que está ahora de acuerdo con nosotros. ¡Pobre Jo!»

Regresó junto a sus hermanos y sostuvo con ellos un breve coloquio en voz baja.

—Vayamos a contárselo a la policía —rogaba Ana.

—No, será mejor que sigamos al bosque del Cuervo por nuestra cuenta —rechazó Dick—. Sabemos dónde está. Y aunque no podamos seguir por el atajo que conoce Jo, llegaremos igual siguiendo las indicaciones del mapa.

—Sí, creo que estás en lo cierto —asintió Julián—. ¡Vamos, pues! ¡Rápido! ¡En marcha!

Subieron por un camino y, tomando por un sendero, llegaron a una carretera. Pasó un autobús en dirección contraria a la que ellos llevaban.

—Cuando lleguemos a la primera parada del autobús, podremos saber si pasa alguno cerca del bosque del Cuervo —dijo Julián—. Ganaríamos mucho tiempo si pudiésemos ir en coche. Alcanzaríamos el bosque mucho antes que Jake, si es que se le ocurre ir a prevenir al padre de Jo de que estamos en camino hacia allí. Me apuesto lo qué queráis a que la niñita esa se lo suelta. Se puede uno fiar de esa cosita escurridiza lo mismo que de una culebra.

—Odio a Jo —dijo Ana casi llorando—. No me fío nada de ella. ¿Tú sí, Dick?

—No sé —respondió Dick—. No estoy muy seguro. Aún no nos ha dado pruebas suficientes de si se puede confiar en ella o no. De todos modos, ella regresó anoche para contarnos todo lo que sabía.

—Pues yo no creo que ése fuera el motivo —replicó Ana con testarudez—. Yo creo que ella volvía a la casa para pedir o para robar algo.

—Quizá tengas razón —dudó Dick—. ¡Mirad! Aquí hay una parada de autobús con la tabla de horarios.

En efecto, había un autobús que los conduciría cerca del bosque del Cuervo. Según la tablilla, pasaría dentro de cinco minutos. Se sentaron en el banco que había en la parada y esperaron. El autobús llegó puntual y pronto se le vio bajar raudo por la carretera, lleno de mujeres que se dirigían al mercado.



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